A cualquiera que tenga interés en averiguar cosas sobre la psicosis (o sobre los llamados trastornos psicóticos como la esquizofrenia), en poco tiempo le quedarán claras dos cosas:
1) La psicosis se hereda genéticamente. Con suerte y con un poco de tiempo, esta aseveración se acompañará de la palabra "probable" o "probablemente". Con un giro de la fortuna verdaderamente providencial la palabra "epigenética" acabará apareciendo tangencialmente.
2) La psicosis tiene una etiología cerebral como lo demuestran los diversos estudios de todo tipo existentes.
Como decía Carl Sagan, toda gran afirmación debería acompañarse de grandes evidencias o hechos que la respalden. Para empezar a cuestionarse estas dos afirmaciones hay que estar en actitud crítica. Esta actitud, bajo mi punto de vista, aunque puede tener que ver con la formación y con la suerte de haber sido influido por personas particularmente interesadas en lo que hacen, tiene fundamentalmente su origen en la propia experiencia vital. Es esa experiencia, esa biografía, la que hace que alguien esté cómodo o relativamente cómodo en la posición de la duda sistemática, puesto que seguramente o bien ha sufrido las consecuencias de no hacerlo, o bien ha experimentado el placer del sacrificio que supone el salirse de la protección del rebaño, llevarse unas cuantas mordidas del perro pastor en los ijares, sobrevivir a ello y al final obtener el inmenso placer que supone el reconocerse como acertado.
La información mas accesible no permite que una persona pueda ver mas allá de un montón de versiones interesadas sobre el asunto de la psicosis. Por suerte, esto, ocurre cada vez menos. No hay mas que consultar los datos recabados durante mas de veinte años por el proyecto "Dialogo Abierto" en Finlandia.
Revisando material biográfico reciente, me encuentro con algunos datos interesantísimos que vendrían a contradecir, o al menos, poner en serios aprietos, las afirmaciones categóricas que les desglosaba al principio de esta entrada.
Vayamos pues con un dato muy interesante y seguramente archiconocido, sobre el asunto genético y su relación con la psicosis.
Es con toda probabilidad el ser humano uno de los mayores y mas firmes candidatos a ocupar el número uno dentro del ranking que imagino de "mejores experimentos genéticos proactivos" de la naturaleza.
Uno de esos experimentos genéticos proactivos (proactivo lo entiendo como intencionado y consciente) es aquel que llevaron a cabo los socios nacionalsocialistas en la Alemania de mediados del siglo XX. Ayuda el hecho de que avezados investigadores quisieron aprovechar ese infame momento de la historia para tratar de objetivar su impacto en el mundo que surgió a posteriori.
La idea dominante en Alemania y también en EEUU de 1930 a 1940, era que la esquizofrenia era una enfermedad de transmisión genética mendeliana. Su defensor mas entusiasta era el psiquiatra Alemán Frans Kallmann, que influyó de un modo decisivo en que se iniciase la esterilización sistemática de todos los considerados enfermos o débiles mentales. Otro psiquiatra, Alfred Hoche, en 1920 fue el artífice de que se aplicara el exterminio sistemático de esos pacientes a los que antes "solo" se esterilizaba, cuando publicó su obra mas celebrada en aquella época: "Autorización para la destrucción de la vida que no merece vivirse".
Por su parte, y buscando también el éxito editorial de su compañero, el psiquiatra Berthold Khin publicó tres años después su obra cumbre: "La erradicación de los menos valiosos para la Sociedad".
Como estoy convencido de que el lector estará al tanto de lo que unos años después sucedería en el mundo, voy a resumir toda esa triste historia en solo un dato: en lo que se llamó el programa "Aktion T4" se llevó a su estado de máxima entropía irreversible (eufemismo que empleo para referirme a lo que viene siendo la muerte) a mas de 70.000 pacientes, teniendo estos el dudoso honor de estrenar las cámaras de gas, que luego solo tendrían como usuarios preferentes a los judíos y otros grupos, ya solo seleccionados por etnias, no por motivos de utilidad pública o piadoso ahorro de sufrimiento humano. Esta horrenda cifra se acompañó con la esterilización de uno 130.000 pacientes diagnosticados como esquizofrénicos, en la Alemania nazi.
Y aquí vienen los datos mas interesantes, que contradicen de un modo frontal la idea de que la esquizofrenia sea un mal que se trasmite como el color de ojos. Torrey y Yolken revelan que los estudios epidemiológicos realizados en Alemania después de la guerra no muestran que las tasas de prevalencia de la esquizofrenia fueran diferentes a las de cualquier otro lugar del mundo. Los primeros estudios realizados en el año 1971 mostraban una tasa de prevalencia insignificantemente menor, y los estudios de nueva incidencia realizados en el año 1965 mostraban incluso que aparecían nuevos casos de esquizofrenia con tasas muy superiores a cualquier otro lugar (53,6 nuevos casos por 100.000 habitantes, en Mannheim (Alemania), por 23,8 por cada 100.000 habitantes en EEUU).

En conclusión, a pesar del control genético brutal al que fue sometida en Alemania esa enfermedad llamada Esquizofrenia, como intento de erradicación del mal, fue un fracaso total. En la siguiente generación los parámetros de "trasmisión" incluso empeoraron.
Hitler tenía buenas iniciativas (ojo: modo ironía puesto al máximo), aunque un tanto crueles.
Cuenta la leyenda que alguien de su confianza exclamó "¡¡¡los experimentos solo con gaseosa!!!", expresión que si que se trasmitió, aunque sin necesidad de ninguna proactividad, a las futuras generaciones.
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